Zona de Tolerancia
Por Rodrigo Vidal
¿Debe ser la reelección un “premio” por el buen desempeño de un gobernante, ya sea alcalde o gobernador, o para un legislador responsable? ¿Debemos premiar los electores a alguien por cumplir con su trabajo? ¿Soluciona la reelección de alcaldes los problemas de continuidad de proyectos, o después de finalizar un segundo o tercer período veremos al siguiente mandatario establecer su propio sello en la administración pública, sin dar continuidad al trabajo del anterior?
¿Es la reelección la solución? A lo largo de los años la hemos visto políticos reelegirse, quizá no para el mismo cargo, pero si brincar de una elección a otra, sin terminar siquiera los períodos de los cargos para los que fue votado. Así nos encontramos con alcaldes que en la irresponsabilidad de su ambición política, justificando en sus organismos políticos sus propias aspiraciones (“si mi partido me lo pide, acepto”), abandonan sus cargos para ir por alguna diputación.
O lo mismo diputados locales o federales dejar las curules para convertirse en alcaldes o gobernadores. Senadores que hacen lo mismo y gobernadores que de igual manera se les hace fácil no concluir sus períodos de mandato por lanzarse a “la grande”. Ejemplos de esto hay muchos, los encontramos en cada municipio, distrito o estado del país. Lo vemos ahora en Veracruz, donde se avecinan elecciones para el próximo año.
¿Reelección? Si ya la hacen y a su modo. No era de esperarse que los políticos marrulleros fueran los primeros en aplaudir la medida (si en tres años les alcanza para saquear las arcas municipales, ¿qué no harían en seis o doce?).
Hablar de reelección es pretender verle la cara a los electores. No son tiempos de plantear la extensión de los mandatos cuando los gobiernos, municipal, estatal y federal, son incapaces de actuar con transparencia, cuando la rendición de cuentas importa poco a quien gobierna, cuando la partidización de los programas condiciona la entrega de ayuda y obras, a unos sí y a otros no.
No es válido plantear la reelección de los alcaldes sólo bajo el argumento, pobre, de la continuidad de los proyectos y de el castigo a los regulares o malos gobernantes, pues el castigo tendría que darse de facto a aquel servidor público, puesto por elección popular o no, que incumpla con las obligaciones de su mandato, que dé mal manejo a las finanzas públicas, que incumpla con la realización de obras y acciones de desarrollo para su comunidad, para toda, no para unos cuantos. Ahí el castigo debe ser por la vía jurídica y no por el voto.
Para garantizar la continuidad de proyectos es necesaria la vigilancia efectiva de la sociedad sobre los mandatarios, una presencia real y no ficticia o de membrete. Con ciudadanos responsables y concientes de la necesidad de sacar adelante los proyectos que una sociedad reclama para su desarrollo y no que lleguen sólo por compadrazgo, para tapar irregularidades o para proyectar desde ahí las próximas candidaturas.
Cuando haya muestras, no sólo de voluntad política, sino de verdadera y férrea aplicación de la ley con la finalidad de evitar esta serie de situaciones que asquean, desvirtúan y menguan la administración pública, entonces si, sentémonos a la mesa y hablemos de reelección.
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(18 de diciembre de 2009)
martes, 4 de mayo de 2010
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