Zona de Tolerancia
Por Rodrigo Vidal
Coincido, porque convencido estoy de la importancia que tiene la familia en la construcción de una sociedad, de la urgencia para que el Estado garantice la protección de las instituciones familiares. ¡Sí! Como lo dijo Norberto Rivera en la homilía del pasado domingo, hay que defender a la familia.
Salvaguardar la familia es un compromiso que el Estado no debe dejar de lado, sobre todo en estos tiempos de pérdida y reconfiguración de valores que contribuyen al incremento de la violencia, la delincuencia, la intolerancia, la discriminación, la violación constante a los derechos humanos, la destrucción del medio ambiente, entre otros males sociales.
Pero el Estado debe ser conciente de que no es como la Iglesia dice, sino como la sociedad se comporta. Vivimos en México una diversidad familiar que no se puede ni ocultar, ni negar y mucho menos, nunca perseguir.
En México, hace muchos años que la familia comenzó a diversificarse. Lo que conocemos como familia nuclear, “natural” o tradicional, dominada por una figura paterna, sufrió una transformación y dio paso a otros esquemas familiares, que incluyen aquellas familias integradas por personas del mismo sexo, familias monoparentales; por parejas sin hijos; por una sola persona o unipersonales; por reagrupamientos familiares con los hijos de parejas anteriores; por personas sin parentesco alguno que deciden compartir sus vidas de forma perdurable o co-residentes (aquí el INEGI establece que representan el 10 por ciento de las familias en México); y las familias y hogares formados por parejas del mismo sexo o personas cuya orientación no es heterosexual.
En el Conteo de Población y Vivienda de 2005, el 58 por ciento de los hogares en México responde al esquema de familia nuclear. La quinta parte continúa conformada por familias extensas donde conviven varias generaciones y parientes diversos.
Estos cambios en las formas de crear nuevas familias, no pueden ser controlados mediante la imposición de esquemas tradicionales. Sencillamente las personas se reagruparon para convivir como familia, en formas muy diversas y que en varios casos arrojan resultados mejores que las familias tradicionales.
Pero aquí es donde hay que tener cuidado. Ninguna de ellas debe ser considerada superior al resto. Los seres humanos somos tan distintos, que es difícil establecer parámetros precisos y uniformados de su comportamiento en sociedad. La manera de relacionarse es tan diversa como personas hay en el mundo.
Por eso insisto, estoy convencido de que las familias son la base de toda sociedad. La institución social más importante, formadora primaria de los seres humanos. Nadie puede sobrevivir fuera de una familia, entendiendo ésta como una organización social que da protección y formación. Todos pertenecemos a una, muy distinta a la que pertenecen otros y otros más.
Las instituciones políticas y religiosas no pueden oponerse a la diversidad social que hoy reconfigura el concepto de familia. Comentarios, quejas y sugerencias, dejar aquí:
(28 de diciembre de 2009)
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