Zona de Tolerancia
Por Rodrigo Vidal
Cuando conoció las letras tuvo una fascinación por devorar palabras. A la edad de cinco años comenzó a leer y aún no entraba a la primaria. Una vez que supo cómo se escribía su nombre, E-n-r-i-q-u-e, no hacía más que repetirlo en cada superficie en blanco, convirtiéndose también en el primer grafittero de la familia.
Desde ese momento se detenía frente a todo lo que tuviera palabras y las deletreaba sin mucha agilidad, pero con el ansia de leerlas hasta terminar para saber qué decían: p-r-i-m-a-r-i-a n-i-ñ-o-s h-e-r-o-e-s, su escuela, por supuesto aún no dominaba la acentuación.
Al ingresar a primer grado qué decir, Español se convirtió en su materia favorita y los trabalenguas su ejercicio preferido, los tres tristes tigres que tragaban trigo sentados en el trigal o Pepe pecas que pica papas con un pico, ni se diga erre con erre cigarro, erre con erre barril.
Sus padres se sentían orgullosos de que su hijo aprendiera a leer, pero qué curioso, con el tiempo esa virtud del pequeño Enrique comenzaba a ser molestia, porque todo lo quería leer en todo momento, hasta cuando papá y mamá veían tele, ¡error fatal! Esas eran horas casi sagradas.
El niño comenzó a tener más el gusto por ver programas de televisión y luego conoció la primera consola de videojuegos que tuvo: el Atari. En navidad, los cartuchos de video juegos suplieron a los cuentos en los regalos. Y así, el niño que amaba leer cada palabra y que alguna vez se cuestionó cómo podía existir un nombre de apenas dos letras (Oz) y luego otro casi impronunciable (Nabucodonosor), dejó de leer.
En México se lee menos de tres libros al año en promedio, y es una pena, porque nadar en las páginas de un libro es una de las experiencias más extraordinarias que pueda sentir el ser humano.
Comparto este dato que publica El Universal, “en este país, donde se habla de bajos índices de lectura basados en una Encuesta Nacional presentada en 2006, que dice que los mexicanos leemos 2.9 libros al año, la situación relacionada con el libro y la lectura es de contrastes: hay falta de definición porque no rige aún la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro -el Reglamento aún no se aprueba- y priva la lectura por obligación y no por placer. Sin embargo, México es un país en el que se multiplican los programas y estrategias de fomento a la lectura, tanto oficiales como no oficiales”.
Los invito a leer un libro, juro por mi madre que no duele, al contrario. Todos tuvimos un amor por las letras, por descubrir el mundo a través de las palabras, retomemos ese gusto por descubrir desde el significado de algunas hasta extraordinarias joyas de la literatura. Nunca es tarde para leer.
Por cierto, dentro de las preocupaciones oficiales por el bajo índice de lectura en el país, no debemos dejar de lado un sector de la población que, aunque quisiera, tienen menos oportunidades de aprender a leer: los invidentes. Si urge fomentar la lectura, urge más crear las condiciones para que más personas con discapacidades visuales tengan acceso a un mayor número de libros.
Me sumo así a las felicitaciones al Maestro José Emilio Pacheco por recibir el Premio Cervantes 2009.
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(Publicado el 23 de abril de 2010)
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