jueves, 31 de julio de 2008

El regreso...

Zona de Tolerancia
La maldición del acordeón

Por Rodrigo Vidal

Si tocara en una banda musical, el último instrumento que elegiría sería el acordeón, pues parece estar maldito. Tengo la impresión que todos los acordeonistas terminan pidiendo limosna -al menos no he notado guitarristas, pianistas, bateristas, flautistas, chelistas, mendingando por las calles-.

Es ridículo que las autoridades no noten lo evidente: la operación de personas -delincuentes-, que explotan a otros mediante el jugoso negocio de la limosna. Y que nada hagan por investigarlos y detenerlos, sobre todo cuando son niños los que en su mayoría utilizan.

La mendicidad como forma de hacer negocio, explotando a segundos, adquiere su peor expresión en la explotación infantil. Menores echados a la calle por adultos -que en ocasiones son sus propios padres-, a pedir limosna en actividades tan variadas como denigrantes y peligrosas.

Los niveles de pobreza y desigualdad que se mantienen en el país obligan a los niños a abandonar sus escuelas y casas, para ir a las calles a conseguir dinero, y existen personas que aprovechan esta situación. Concientes de la necesidad de otros, los organizan en grupos que distribuyen en varias ciudades.

Basta con observar cada quincena cómo incrementa la cantidad de personas pidiendo limosna en las calles, cercanos a los bancos o tiendas comerciales. Siempre una madre, con características similares a muchas, cargando a un menor en brazos y con la mano mostrando una receta médica. Otras veces, tocando música con un acordeón.

Veracruz ocupa el cuarto lugar en el país con mayor número de niños que trabajan, después de los estados de Chiapas, Campeche y Puebla, según cifras del censo que publicó el Instituto Nacional de Geografía e Informática (INEGI) en 2004, con apoyo de la UNICEF, pero que no ha actualizado.

Ya el año pasado la Organización Internacional del Trabajo (OIT), solicitó al INEGI y a la Secretaría del Trabajo y Previsión Social que realizara un nuevo estudio que mostrara los alcances actuales de la explotación laboral en México.

Las cifras revelan que el 15.7 por ciento de la población infantil en el país lleva a cabo alguna actividad laboral, de los cuáles el 54.7 por ciento hacía trabajo doméstico y el 45.3 por ciento labores de tipo económico en actividades productivas, y uno de cada dos labora en el campo.

En el mundo son más de 200 millones los niños trabajadores, y se calcula que unos 150 millones son víctimas de alguna de las peores formas de explotación como el tráfico de personas, el uso de menores en conflictos armados, esclavitud, explotación sexual y trabajos peligrosos.

En abril, un día antes del Día del Niño, llegó al Congreso del Estado la iniciativa para la Ley de Protección de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes para el estado de Veracruz, que no ha sido aprobada a la fecha.

Pese a que México desde hace casi 20 años, en 1989 participó en la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño y la ratificó en agosto de 1990, comprometiéndose a adoptar todas las medidas administrativas, jurídicas, legislativas y de cualquier índole, necesarias para cumplir con la Convención.

Pero fue casi once años después de la ratificación de la Convención que en el año 2000 se publicó en el Diario Oficial de la Federación la Ley para la Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, reglamentaria del artículo 4º constitucional, cuyo objetivo es el de “garantizar a niñas, niños y adolescentes, la tutela y el respeto de los derechos fundamentales reconocidos en la Constitución”.

Por cierto, los acordeones llegan a costar entre mil 400 y cinco mil pesos, según el modelo y el estado en que se encuentren sin son de uso. Quejas o cometarios limosneros dirigirlos a: rodrigovp76@gmail.com


sábado, 26 de julio de 2008

Mi primer cuento... disfrútenlo


HORA DE CENAR
Nadie tiene duda que la mejor hora del día es la hora de comer. Sin temor a equivocarme el mejor lugar es el escondido callejón 27, a espaldas de la pizzería Francesco. Cuando encienden la única luz que ilumina este santuario gastronómico, puntual sale el hombre regordete cargando los tambos de tan celestiales platillos: un bufete de pizza marinera y carnes frías, o la hawaiana con algo de espagueti a la bolognesa; desde hace dos meses disfruto de la nueva combinación de tres distintos tipo de queso y salami, aunque parece no ser la favorita de los comensales, cosa que incomoda al cocinero a quien yo le reconozco su ingenio gastronómico con tres ladridos. Pero parece no importarle.

Por esa razón aquí me tienen puntual, esperando que enciendan la luz y el rechinido de la puerta al abrir me llame a comer. Salivo sólo de pensar en esa rebanada de pizza mística con pepinillos del otro día, aunque hoy mi hambre me haría comer hasta ese desabrido flan napolitano que prepara la repostera.

Qué extraño. Calculo que ya pasaron diez horas perro, que equivale a diez minutos de tiempo humano. Aguardaré un rato más.

¡La puerta¡ Se abre la puerta pero… la luz, ¿por qué no encendió la luz? Apenas si distingo lo que el gordo carga. No parecen ser los tambos de ayer, ni anteayer ni todos los días. Mantendré mi distancia…

¿Bolsas? Odio la basura en bolsas de plástico. Le preguntaré qué ocurre.
- guau guau
Carajo, creo que lo espanté. Se ha metido como galgo a la cocina. Voy a ver qué pasa. A mis años el olfato me falla, por eso odio el desperdicio de comida embolsada. El otro día el gordo sacó una bolsa y la dejó al lado de la puerta, que si mi sentido olfativo estuviera desarrollado como en mis buenos tiempos no me hubiera embarrado el hocico con el vómito de uno de los clientes que arrojó lo equivalente a dos porciones de espagueti con media pizza de choriqueso y el desabrido flan napolitano.

Esta bolsa está muy grande y pesada. No la puedo arrastrar a donde pueda verla mejor. Pertinente aclarar que también me falla la vista.

¡Guácala¡ ¿qué es ésto? Era obvio que nadie querría comerse a la repostera, por eso el gordo la tiró completita. Nadie comería un bocado. Se ve tan desabrida como su flan napolitano… creo que esta noche dormiré con hambre.

Rodrigo Vidal
Julio 2008

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