Zona de Tolerancia
Rodrigo Vidal
Era una mañana de sábado, mucho muy temprano cuando recibí la visita inesperada (por la hora), pero agradable al fin hasta que me dijo, con una expresión desencajada en el rostro y extendiendo un papel que llevaba en las manos: “salí positivo, tengo sida”.
La noticia terminó por despertarme. Hubo un abrazo y llanto, para luego decirme: “entenderé si desde este día termina la relación”. Aún sumergido en el desconcierto atiné a hacer dos aclaraciones: primero, no era sida lo que tenía mi pareja, sólo portaba el VIH, por lo que había esperanzas (de acuerdo con la información de Censida Un resultado positivo NO significa: que tiene sida, que está en riesgo de muerte cercana, que se deben evitar las relaciones sexuales o que sea imposible llevar una vida normal).
Segundo, esa no era razón suficiente para terminar con algo que hasta ese momento era valioso.
Como en otros casos, buscamos ayuda de especialistas y en principio supimos que éramos una pareja serodiscordante, un término desconocido en ese momento para ambos, que aplica a las parejas donde uno vive con VIH y el otro no, tal como era nuestro caso.
Dentro de los tabues que aún hoy rodean al VIH/sida se encuentra este, de compartir una vida en pareja con una persona infectada con el virus, que va de la mano con el derecho de las personas que viven con VIH a continuar con su vida sexual plena y no reprimirla por tener la enfermedad.
Quise compartir esto, tan personal y aún doloroso, para insistir que todos tenemos, de una forma u otra, que asumir una responsabilidad ante el VIH/sida y que debemos hablarlo de manera abierta, sin temor al estigma (pues es la única manera de vencerlo), o al señalamiento público, porque sólo educando y con información eliminaremos telarañas y modificaremos las ideas equívocas que persisten alrededor de la enfermedad y de las personas que la portan.
Por eso aproveché la oportunidad de una nota que publica El Universal sobre parejas serodiscordantes para comentar el tema.
El término serodiscordante se acuñó por primera vez en el año de 1986 para referirse a la relación de pareja donde un miembro de la misma es seropositivo y el otro seronegativo al VIH/Sida. La palabra también se utiliza en la jerga médica para cualquier tipo de enfermedad crónica como el cáncer o la diabetes.
Las personas que viven con VIH pueden mantener relaciones sexuales prácticamente con los mismos cuidados que la gente que no lo es. Además pueden practicar el sexo seguro, es decir, masturbación mutua, sexo por teléfono y el uso de dildos y vibradores que deben ser personales, así como otras prácticas placenteras en que los fluidos corporales no tocan heridas ni mucosas.
Los sexólogos identifican tres fases en el que entra una persona que resultó positivo en una prueba de VHI/sida: aceptación (todo estará bien), ira (¿por qué a mí), y no aceptación (esperanza-tal vez la prueba fue errónea). Esto afecta gravemente la situación en la pareja.
Cuando por fin se logra la aceptación de uno y otro, es probable que opten por no cuidarse y existe constantemente el factor de riesgo debido al amor que se profesan. Esto puede provocar nuevas infecciones y la gran probabilidad de que la discordancia no dure mucho tiempo.
En esta situación que el que más sufre es el seronegativo porque tiende a cargar con la idea de que tiene que cuidar a la pareja y se descuida a si mismo. En todas las enfermedades se descuida al cuidador, aunque su carga sea muy fuerte, por eso es un área que se tiene que trabajar mucho más.
Por desgracia es poca la información que sobre este tema se difunde al hablarse de VIH/sida. Sobre todo las instituciones del Sector Salud se limitan a citar aspectos básicos del cuidado individual para evitar el contagio del virus. Poco se habla de cómo afecta a aquellos que rodean a la persona que contrae la enfermedad.
Tampoco de cómo manejar la situación si el que contrae el virus es tu pareja, esposo o esposa, novio o novia. Aún falta que se difunda cómo evitar el contagio durante el embarazo de la madre al feto. Los retos siguen ahí, esperando que se retomen dentro de las políticas públicas en materia de salud, derechos humanos y no discriminación, las cuales deberán alejarse del conservadurismo de sus titulares.
Por desgracia, Efrén no supo afrontar su estado serológico ante su familia, temiendo el rechazo de su madre y murió en menos de un año, el 10 de enero de 2009.
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1 comentario:
tsssssss.....
creo que es la peor noticia que un ser humano puede tener...
pero sabes que....cada quien tiene lo que merece....
tambvien digamos que fue por una mala desinformacion hacia sus preferencias sexuales o a el libertinaje!!!
saludos compadre buen post para reflexionar....
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