Por Virginia Elizalde Flores (Doña Viki)
Voy a contar una anécdota que a mí me pasó en Estados Unidos. Yo me quedé sin trabajo y busqué en la famosa Pulga (un programa de radio en Laredo, Texas, donde las personas que buscan trabajo y los empleadores se contactan), prendí la radio y habló una señora porque necesitaba una persona que la cuidara, ya estaba grande y pagaba 120 dólares a la semana.
Contacté con la señora González en La Pulga y le dije que necesitaba trabajo, me preguntó dónde vivía y pasó por mí a la calle de Convento. Era como la una de la tarde. La señora era una anciana. De haber sabido cómo era ni me voy con ella.
Yo llevaba una bolsita pequeña, no crea que llevaba una maletota grande, porque uno no sabe con lo que se va a encontrar, y desde que me subí al carro con ella y avanzó como dos cuadras, me empezó a decir de cosas, me empezó a molestar porque yo llevaba short.
Yo me vestía como la gente de allá porque no me podía vestir como acá, “a la tierra que fueres has lo que vieres” ¿no?; entonces yo me vestía de short bien acá, chanclas y así que me subo y que dice la señora: “oye por qué vas con las patas peladas”.
Ella era bien grosera, era mexicana. Texas está lleno de mexicanos que se sienten estadunidenses, pero son mexicanos y de raíces mexicanas ¡que no me vengan con cosas!
Entonces que me dice “te hubieras puesto un vestido porque a mi me molesta que vayan con las patas peladas”. Y yo estúpida, fue una estupidez, no le hice mucho aprecio a lo que me iba diciendo, dije: ¡ah, es una anciana! Por eso no quiere que vaya así.
Llegamos a una casa común y corriente, y me dice “ábreme el zaguán”, le abro, se baja del carro y le pone como tres cadenas al zaguán, pero ¡candadotes!, y luego abre otra puerta para meter el carro. Tenía dos puertas para salir pero yo nunca pensé mal, mi corazón estaba limpio para pensar mal.
Cuando entro, que me lleva a un cuartito alejado de la casa y que me dice “pon ahí tus cosas”. Lo que si noté es que en ese cuartito había muchas bolsitas como la mía, había como cinco, y yo pensé “esa ropa la regalará o la comprará, ¿por qué había esas bolsitas de plástico?”, ya después supe por qué.
Me aclaró “no pienses que te vas a bañar, aquí no se baña uno del diario, porque ustedes vienen cochinos de allá de su tierra y ya quieren venir a ponerse limpios aquí, porque ustedes son ignorantes” y bueno, me dijo de cosas. La ví y le dije:
- bueno señora pero no tiene por qué decirme de esa manera, si no le parece, por qué fue usted por mí, porque yo no la obligué usted me pidió un servicio y yo se lo voy a dar…
- ¡cállate! porque ahorita le hablo a la migración.
¡Que martirio!, no me dejaba hablar por teléfono, no me dejaba bañar, de comer me daba la comida de tres días, ya era una anciana, toda decrépita, toda fea, enojada, parecen bebés, son berrinchudas. Pasó una semana y mi hija no sabía dónde estaba yo, una hija que me llevé de aquí.
En la noche, casi encadenada como el perro, yo me tenía que dormir al lado de su cama, y ¡cuidadita y me levantaba! porque me preguntaba ¿a dónde vas?
- Voy al baño señora.
- Pues apúrate, ve a este baño, y quiero oírte si vas a orinas o lo que vayas a hacer.
Tenía que ir hacer enfrente de ella y la casa la tenía llena de alarmas, no me podía ir de noche. Me acuerdo ahorita y me da risa, pero era como la cárcel. Tampoco diré que estaba yo asustada.
Como a la semana le dije, bueno señora voy a salir, quedamos que iba a trabajar por semana.
- ¡No! ¡Aquí no te vas ni una chingada! me dijo, ¡aquí no sales los domingos, te vas a salir hasta que yo diga, el día que yo quiera que descanses ese día te vas, porque ustedes nada más vienen a robar!
Yo llevaba mi biblia, yo creo mucho en Dios y porque me vio la biblia me insultó.
- Eres una desgraciada, mira, yo no leo la biblia y te doy de comer-, bueno, estaba loca, y le dije, bueno señora ¿a usted en qué le afecta que lea la biblia? - es que ustedes me caen gordo porque ya se sienten santos-
Yo buscaba la manera pa’ irme porque no podía vivir así y en una noche no se cómo soltó el teléfono. Se sentía mal y tomó unas gotas para dormir, yo creo que ya me había agarrado más confianza. Con esas gotas dijo que duerme bien nomás como dos horas - no me puedo dormir más porque tengo que estar al pendiente de mi oro.
Cuando se durmió agarré el teléfono y que le hablo a mi hija para que no se preocupe. Con esa motivación de hablar con mi hija, al otro día que le digo que iba yo a salir y me dijo que no.
- Pero es que yo tengo que salir…
- ¡no!, aquí no viniste de vacaciones, ustedes llegan y quieren tener el teléfono a su servicio.
- Sabe que, yo si me voy a ir, le dije y que la miro, así que ábrame usted la puerta porque usted es una persona grande pero es una persona demasiado enojona, tiene muchas cosas que a nadie le agrada, por eso está sola, porque nadie la soporta, ¿por qué nos ofende?, yo viene a trabajar, no vine a robarle nada, si le han robado no tiene por qué etiquetar a la gente, me extraña que usted siendo una persona grande y con mucho estudio piense de esa manera.
¡Pa’ que le dije! Hasta charquito hizo. Abrió el refrigerador y toda la comida la botó en las paredes, toda, toda, se puso a gritar como loca, se resbaló y se sentó en el piso, así como bebé y me dijo “le voy a hablar a la migración” y ya me tenía harta, que le paso el teléfono y que le digo ¡háblele!, y si no le habla usted hablo yo. La verdad, ¿qué me podía hacer la migración? me deporta y punto.
La señora se puso peor, y que se pega con el teléfono, “les diré que me pegaste”, pero que le habla a una sobrina que ya la conocía y al llegar me dijo “Viki, no te preocupes, limpia la cocina, lo que te debe el sábado te lo va a pagar”. ¿El sábado? ¡yo me voy hoy! Para no hacértela larga la sobrina se metió con la tía y ni cuenta me di cuando se fue por la otra puerta.
Como yo comencé a conocer a la señora, sabía que siempre me llevaba la contraria, y entonces al otro día que me levanto y me dije ¡hoy me voy a ir! Yo llevaba como 10 dólares en billete; en mi bolsa de mano eché todos mis accesorios personales y que le digo: voy a barrer el patio de atrás. Era un patio grande, pero me dijo “no, no barras atrás, barre el garage” y pensé ¡ya caíste! porque me tenía que abrir la puerta.
Me ordenó barrer el garage, la banqueta, recoger las hojas del jardín de afuera, limpiar los barrotes de las ventanas, y le dije que estaba cerrado el zaguán, así que salió y me abrió. Hice todo lo que me dijo, eran como las 9 de la mañana cuando terminé, me levanté como a las siete. Ella estaba sentada en la sala y me pidió el desayuno. Le serví su avena y me preguntó si yo no iba a desayunar –no, ahorita no puedo, voy a terminar, nomás me falta guardar la basura.
- Apúrate, estás bien pasguata
- Si estoy, ahorita me apuro, le dije.
En el bote de la basura saqué mi biblia pa’ no dejarla, capaz que la quema. Eché mi biblia y lo que tenía en el cuarto y lo puse en el bote de basura, lo saqué al garage y cambié las cosas. Eché la basura al bote y lo metí, me dijo que cerrara los candados cuando terminara y me metiera a la casa ¡ya mero!
Agarré mis cosas, mi biblia y mi bolsa de mano, que salgo y que pongo los candados, pero yo por afuera. Cuando puse el último ella pensaba que yo estaba adentro, y desde el comedor ve hacia la calle y que me ve pasar por la ventana, - Hija de la chi…, que me grita, y sacó su carro negro para seguirme y yo pegué la carera, haga de cuenta que de aquí (en el centro) a la calle Azueta. Al doblar venía un camión y que me trepo, no sabía a dónde iba, pero me subí.
La señora vio que me subí al camión y se fue a aplastar a donde yo vivía, en la calle de Convento, desde las 10 de la mañana hasta las cinco de la tarde. La persona que vivía ahí me avisó. La señora dijo que yo le había robado 200 dólares, pero yo no le robé nada y aparte ni me pagó.
La dueña de la casa llamó a la policía y la fueron a quitar ¿cómo en ese momento no me denunció? porque era mentira. Todavía llamaba por teléfono a la casa a cada rato y terminaron por bloquearle su número.
Después de ese incidente doña Viki encontró trabajo en la casa de Tony Sánchez, quien fue candidato a gobernador de Texas. Ahí permaneció laborando tres años consecutivos, ganando 200 dólares a la semana, en horario de seis de la mañana a 10 de la noche de lunes hasta el medio día del sábado. El sábado y el domingo se iba a trabajar con una amiga de sus patrones, ganando 60 dólares más, hasta que en 2001 decidió volver a Xalapa, pues sus hijos mayores ya eran adolescentes “y mi instinto de madre me decía que me necesitaban”.
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