Zona de Tolerancia
Rodrigo Vidal
Corría viento “cargado” de humedad, las nubes comenzaban a acumularse, en el horizonte el cielo a oscurecerse y una fila de hormigas se formaba del suelo a las paredes de la casa, entonces la abuela decía: barruntan lluvia, y llovía.
La interacción de las personas con la naturaleza permitía hace todavía algunos años poder interpretar esas señales. Volviendo a las hormigas, el vuelo de las “sanjuaneras” o “chicatanas” anunciaban el inicio de la temporada de lluvia. Viento, nubes, aureolas alrededor del sol o la luna, el paso de aves migratorias, el comportamiento de los animales, de los insectos; la floración de plantas, todos son elementos que la gente usaba comúnmente para hacer pronósticos sobre el clima, con una precisión que hoy sorprende, pero que tenía su lógica en la observación de la naturaleza.
El conocimiento del entorno permitía al hombre reaccionar ante los fenómenos naturales. No había nada de magia en ello.
Sin embargo, como especie nos alejamos de esa relación con la naturaleza al punto de ignorar sus signos. El avance tecnológico nos permite tener acceso a otros indicadores que hacen más precisos los pronósticos del comportamiento del clima, pero es curioso que tampoco los tomemos en cuenta.
Desde principios de siglo, la ciencia comenzó a difundir estudios más certeros sobre las consecuencias del cambio climático en distintas regiones del mundo. Para las costas del Golfo de México, se editó el libro Diagnóstico Ambiental del Golfo de México.
Participaron en este libro el INE/Semarnat, Inecol, y el Instituto Harte de Texas A&M University. En 2008, el Inecol publicó Impactos del Cambio Climático sobre la Zona Costera que “explícitamente concluye sobre erosión de costas, ascenso del nivel del mar, frecuencia e intensidad de huracanes, anomalías pluviométricas, inundaciones, entre otros impactos sociales y económicos que afectan la agricultura, el turismo, puentes y carreteras, y la infraestructura industrial” de la costa del Golfo.
Ante estas advertencias poco se ha hecho. “El desarrollo sustentable está en entredicho para las costas del Golfo de México”, por dos razones fundamentales: “el no considerar la dimensión ecológica para sostener el desarrollo social y económico en las costas del Golfo, y la debilidad de una política ambiental estatal y federal que no toma la decisión de implementar una ‘planificación ambiental estratégica’ que genere el escenario institucional para integrar los componentes ecológicos, sociales, económicos, y jurídico normativos”.
Los daños de la temporada de huracanes de los años 2004 al 2005 fueron calculados en 24.5 billones de dólares para la zona tropical de América. Se estima que en este 2010, que aún no ha terminado la temporada de huracanes (falta todo octubre y noviembre), los daños son mayores.
Ante este panorama, en un artículo publicado en agosto, el investigador del Instituto de Ecología, Alejandro Yáñez-Arancibia se preguntó cuánto desastre es suficiente y qué costo social, económico y ambiental se requiere, para justificar una “planificación ambiental estratégica” y de manera urgente para las costas de México en este siglo XXI. Comparto la misma preocupación.
En el patio de la casa observo una fila de hormigas cargando infinidad de trozos de hojas y restos de frutos, se preparan ya para el invierno, un invierno muy crudo según los pronósticos. Habrá que hacer caso del meteorológico y de las hormigas.
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