viernes, 22 de octubre de 2010

Niños de Santa Marta, desnutridos

Los monocultivos devaluaron la siembra ancestral y la agrodiversidad afectando también la tierra

Rodrigo Vidal


Xalapa

La tradición prehispánica de la diversidad agrícola en el México permitió cubrir las necesidades alimentarias familiares, locales y regionales en el país hasta las primeras décadas del siglo XX, cuando inició el deterioro de los agroecosistemas por la implantación del monocultivo.

Hoy, garantizar la seguridad alimentaria en el país requiere reconocer y retomar la agrodiversidad y los sistemas de policultivo que persistieron en México todavía hasta el siglo pasado, consideró José Luis Blanco Rosas, académico de la maestría de Seguridad Alimentaria y Nutricional de la Universidad Veracruzana.

“La modernización nunca ha reconocido los sistemas de policultivo, ni su agrodiversidad, los sistemas de estadística solo reconocen a la milpa como maíz o como frijol, pero no registra la milpa y sus múltiples recursos. Los apoyos a la agricultura tradicional no existen”.

Esto ha dado lugar a una disminución de la agrodiversidad, explica el académico, y Veracruz es una muestra del daño ocasionado por los monocultivos, sin que exista hasta el momento alguna política pública interesada en cambiar el sistema agrícola para devolverle el valor a la siembra de cultivos tradicionales.

Como ejemplo, la milpa ha sufrido una disminución de su diversidad en cerca del 75 por ciento en sólo treinta años, en la zona indígena de los Tuxtlas, la Sierra de Santa Marta o Soteapan.

Esto incide negativamente en el bienestar de las familias y en su nutrición, especialmente de los niños de estos pueblos, en los que ahora se tiene menos variedad de alimentos, y las cifras lo confirman: el 62 por ciento de niños viven con desnutrición grave en la zona indígena de Santa Marta, al sureste de los Tuxtlas.

Las semillas, los cultivos de los sistemas indígenas y su cultura pueden ser parte de la seguridad alimentaria local regional ante los cambios climáticos impredecibles, pero inminentes que vive el planeta, ya que este pool genético guarda mayor diversidad y capacidad de adaptación.

El deterioro de la agrodiversidad de los agroecosistemas mexicanos es un hecho creciente agravado por los monocultivos. Sus ejemplos más notables los tenemos en las milpas y en los huertos, policultivos que nunca han existido en las estadísticas oficiales y por lo tanto nunca han tenido apoyo, ni aliento dentro de las políticas de modernización del siglo XX y XXI.

Pero para la revitalización del agroecosistema milpero sería necesario reorientar las políticas públicas que privilegien la agrodiversidad sobre las prácticas de monocultivo que se impulsan actualmente.

Bajo el proceso de modernización, iniciado sobre todo a partir de 1950, se ha dado un proceso de reducción de las especies y variedades de plantas cultivadas en agroecosistemas tradicionales, que lleva a la perdida de una riqueza cultural milenaria, sobre todo de las comunidades campesinas herederas de centros de agrodiversidad, donde se dieron los primeros procesos de domesticación y adaptación de la biodiversidad para usos humanos, comenta Blanco Rosas.

Hoy el mismo Estado de Veracruz en su zona centro y sur afronta los desastres producto de huracanes y de una muy mala planeación en el manejo de cuencas, presas, conservación de agroecosistemas y ecosistemas que avanzan a la deforestación y los monocultivos.

Los efectos de estas temporadas de huracanes de septiembre de 2010, dice, dejan una destrucción de cerca del 50 por ciento de los cultivos del estado.

“Debemos buscar en la agrodiversidad de granos, frutas, condimentos arboles maderables, frutales, resinas, que tengan mayor resistencia a huracanes, inundaciones y sequías”.

En 1580, las autoridades de la provincia de Coatzacoalcos enlistaron algunos recursos conocidos por los colonizadores que existían en esa región, entre los que se encuentran árboles silvestres como xicozapotes, aguacates, axiotes, zapotes, plátanos, piña, caqui, pitahayas, toloches; cultivos como maíz, calabazas, chile, tomates, frijoles, batatas, yucas, algodón y cacao; otras plantas medicinales como el tabaco, mimiztle, manzanillas, cecepatli y sichimecatle, además de animales como tigres, venados, temazates, jabalís, víboras, culebras, lagartos y conejos.

Esta lista era incompleta, pues los colonizadores no registraron otros árboles, plantas y cultivos que no identificaron, pero aún así es posible notar la diversidad que existía.



La seguridad alimentaria

Sin embargo, José Luis Blanco explica que para enfrentar el problema de la inseguridad alimentari, no basta con atribuirla sólo a la falta de alimentos, también se debe tomar en cuenta la falta de acceso de los más pobres a ellos por la elevación de los precios, como sucedió entre en el 2006- 2008.

Recordó que para el caso del maíz en México fue notable el fenómeno, ya que a pesar de haber tenido una buena cosecha y estar las bodegas llenas, los precios se duplicaron por el poder de la especulación de los grandes consorcios. La crisis contemporánea alimentaria “especialmente la de 2006-2008, fue por el aumento de los precios de los alimentos básicos hasta un nivel inalcanzable para millones de personas”.

“México, el antiguo cuerno de la abundancia no ha sido la excepción, también sufre el juego perverso del mercado. Los mismos productores de maíz en la sierra de Soteapan, cuando venden el grano, les pagan a dos pesos el kilo en sus pueblos, pero si ellos quieren comprar tortillas en tiempo de escasez, les sale a 20 pesos el kilo que ellos dieron a dos. Por lo que hay es notoria la elevación que sufre para los más pobres una vez que los granos básicos han pasado por la comercialización”, explica el académico.

“La crisis no sólo está afectando a los grandes sectores de la población urbana más pobre, sino incluso a los hogares rurales con tierra que están perdiendo sus agroecosistemas tradicionales como las milpas y los huertos, de los cuales no hay registro como tales, pero que tuvieron su origen en la región y que han aportado más de 100 cultivos”.

El problema es que ahora las zonas rurales cada vez son menos productores para ellos mismos y para las regiones locales, “ahora los veracruzanos consumimos menos de los productos locales y más de los importados de otras regiones y del extranjero”.

La tierra que generó sistemas de policultivo desde la época prehispánica ahora ha sido colonizada por monocultivos y pastos para la ganadería, los cales se encuentran en crisis de precios para los productores y ponen en riesgo la seguridad alimentaria.

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