Rodrigo Vidal
Xalapa
La salida para un planeta sustentable es volver al consumo de productos locales y artesanales, que permitan a la población obtener alimentos a más bajo costo, libre de elementos contaminantes y salvaguardando la biodiversidad de las regiones.
De acuerdo con Silvia del Amo Rodríguez, directora del Centro de Investigaciones Tropicales (Citro) de la Universidad Veracruzana, la tendencia mundial por el consumo de comida rápida o fast food también contribuye a la aceleración del calentamiento global.
Por ello propuso retomar la propuesta del italiano Carlo Petrini, creador del movimiento Slow Food, que al contrario del consumo de comida rápida invita a consumir alimentos no procesados, libres de conservadores y agentes contaminantes, y a disfrutar del placer y gusto por consumir alimentos.
Mediante el esquema denominado Casas de la Buena Alimentación (CABA), Silvia del Amo establece que el conocimiento de la buena alimentación en las personas no debe ser privativo de los médicos ni de los nutriólogos, “no se requiere de ellos”, pues basta con consumir los productos que se generan en la localidad “basados en el respeto del ritmo y tiempo natural del ambiente”.
Para ella, la alimentación va más allá de la acción de comer o tragar, por lo que rechaza todos los productos que existen en el mercado que fomentan la comida rápida. Explica que “la alimentación es un acto personal y hay que retomarlo como tal”, por eso no debe depender de lo que las trasnacionales o empresas de alimentos procesados impongan como un canon de comida general.
“Me gusta la globalización, pero hay que saber tomar decisiones” en lo que a comida se refiere, “no hay que poner en manos de terceros nuestra alimentación”. En ese sentido, una CABA permitiría en primer término promover la práctica de una calidad de vida distinta, basada en el consumo de alimentos generados por productores locales.
Es mejor la compra de alimentos en los mercados que en los centros comerciales, porque con ello, se apoya a los productores locales, se fomenta el empleo rural, se mantiene la diversificación productiva, se reviven los mercados locales, se otorga dignidad a las culturas indígenas responsables de estos cultivos, se salvaguarda la diversidad y se mejora la alimentación.
Insistió que no se trata de un planteamiento que dependa de la voluntad gubernamental, sino de un movimiento que surja de la sociedad civil organizada, que de valor a lo que los productores mexicanos cultivan, “un movimiento que se de desde abajo hacia arriba”.
Al consumir los productos locales, también se genera menos basura, pues los consumidores evitan los empaques de los productos procesados, será más fácil procesar los desechos, al ser únicamente elementos orgánicos que se pueden transformar en abono.
En el caso de Veracruz, recordó que durante todo el año hay disponibilidad de cultivos variados, que si se incluyen en la alimentación diaria de las personas, no habría ni problemas de obesidad ni desnutrición.
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