Zona de Tolerancia
Rodrigo Vidal
¿A poco es tan difícil prescindir de las frituras y los refrescos en las cooperativas escolares? Para el secretario de Salud federal, José Ángel Córdova, sí.
Bastó que se revelara el nivel –alto- de obesidad en niños y adultos en nuestro país (lo que nos ubicó en deshonrosos primeros lugares en el mundo), para que las autoridades mexicanas iniciaran una campaña –por lo menos mediática- extrema en contra de esta enfermedad que parecía tan feroz, avasallante, que nada detendría al Estado mexicano en su lucha por acabar con los kilos de más.
Todo el Sector Salud se movilizó con información, campañas, folletos, publicidad, programas especiales en radio y tele, para contrarrestar los índices de obesidad y las enfermedades que le acompañan como la diabetes.
El ejercicio y la modificación de la dieta del mexicano se convirtieron en las soluciones precisas para acabar con este problema de salud pública. Iban tan encarrerados hasta que se toparon con el debate de los alimentos chatarra en las escuelas, uno de los generadores de la obesidad infantil.
Ahí ya no era responsabilidad sólo del obeso, si no de las instituciones por regular la venta de productos bajos en nutrientes pero altos en grasas y edulcolorantes. Era aventarse un round con las firmas mexicanas y extranjeras que liderean el mercado nacional con la venta de frituras y refrescos.
Y comenzó el debate ¿había que prohibir la venta de estos productos en las tiendas escolares? Investigadores de la UNAM y el Tecnológico de Monterrey consideraron necesario no sólo sacar los alimentos chatarra de las cooperativas, también prohibir la publicidad en televisión y dentro de las escuelas.
Hoy no queda clara la postura del Secretario de Salud, quien dice “yo no creo que hay alimentos malos, sino hábitos deficientes”, pero deja mucho “sospechosismo” de que hubo presiones de parte de empresas como Bimbo, Marinela, Coca Cola y Grupo Pepsico para seguir “alimentando” a los niños del país.
Veracruz es ejemplo de ello, aquí tenemos el convenio que firmó la SEV con el grupo Pepsico para vender en exclusiva sus productos dentro de las tiendas escolares a cambio, la empresa refresquera otorgaría desde balones, pintaría las canchas deportivas, hasta entregaría refrescos gratis a las escuelas que más utilidades les genere.
La campaña contra la obesidad resultó hasta ofensiva, pues el estigma sobre los “gorditos” empeoró; mediáticamente las figuras delgadas se reforzaron como el físico ideal, excluyendo a los niños obesos del ámbito de lo que es bueno, motivando también a adolescentes y jóvenes a incurrir en otro problema de salud como la anorexia y la bulimia.
Y es que muchos han hecho su agosto con esto de la lucha contra la obesidad, desde tratamientos hasta productos milagrosos.
José Ángel Córdova fue claro al afirmar que será la industria de las frituras y refrescos los que deberán modificar el contenido de sus productos, pero para ello habrá que darles tiempo ¿Cuánto? tampoco lo dijo.
Pero, ojo, sólo hago referencia a la responsabilidad del Estado y no por ello omito aquella que recae en los padres de familia de vigilar la buena alimentación de sus hijos. El Estado recomienda hacer ejercicio pero cierra espacios deportivos o los convierte en zonas habitacionales o centros comerciales. Recomienda las revisiones médicas regulares y no mejora sus servicios de salud y carece de cobertura universal de salud.
El Estado mantiene a un sector de la población en condiciones de pobreza tal, que una familia come no lo que debe, sino lo que tiene y puede, aunque no nutra, lo importante es llenar la panza.
¿Qué ocurrirá en el camino? Es muy probable que sigamos celebrando los cachetes rebosantes en un rostro infantil como signo de buena salud.
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jueves, 12 de agosto de 2010
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