jueves, 7 de agosto de 2008

En el nombre de la ley

Zona de Tolerancia

Por Rodrigo Vidal


Son los “Hombres de Negro” de Veracruz. A veces se hacen llamar “La Ley”. Algunos son obesos, sin condición física, mal preparados y sin estudios profesionales. Son prepotentes y arbitrarios, pero bajo otras circunstancias son sumisos y temerosos. Víctimas y victimarios. Infunden miedo y no respeto, por eso nadie los respeta. Son humanos, por lo tanto pueden y son tentados –con los salarios que perciben, cómo no dejarse-; son las dos caras de una misma moneda.

Son la solución en el combate a la delincuencia, pero a veces son cómplices o hasta la misma delincuencia. Pero ¿qué ha llevado a los policías hasta estos extremos? de pasar de héroes a los villanos favoritos, blancos de calificativos que les restan toda autoridad.

¿Autoridad? ¿son autoridad o servidores? “El hombre, es el hombre y sus circunstancias”, decía el escritor español José Ortega y Gasset, y con los policías –municipales, intermunicipales o privados-, es lo que ocurre. Sus circunstancias mantienen a los uniformados en el límite de la solución y el problema delictivo. Delgada línea que constantemente se rompe.

Y no se trata de satanizar la profesión, ni tampoco elevar a rango de héroe mitológico el cargo de policía, sino de establecer una serie de circunstancias por las que atraviesan las personas dentro del uniforme negro. Circunstancias que los han llevado a mantenerse en primer lugar en el número de quejas ante Derechos Humanos pero también en representar una tercera parte de las víctimas del combate a la delincuencia organizada -alrededor de medio millar de policías han muerto en lo que va del año en todo el país-, donde Veracruz también ha aportado su cuota roja.

¿Qué tanto arriesga una persona por ganar 107 pesos diarios, en el caso de los policías del IPAX, o 241, si se trata de un intermunicipal? Dudo que alguien en su sano juicio responda que “la vida”, porque ni los que ganan eso estarían, por voluntad propia, dispuestos a hacerlo, sin embargo lo hacen.

Por si eso fuera poco, en Poza Rica, algunos policías saben que sólo la muerte los sacará del servicio, y no porque así lo quieran, sino porque el Gobierno Municipal y del Estado así lo permitió cuando transformó el esquema de Policía Municipal a Intermunicipal, despareciendo la antigüedad de todos sus elementos una vez que el Gobierno del Estado a través de la Secretaría de Seguridad Pública tomó el mando.

Los que estaban listos para jubilarse, perdieron toda oportunidad. Unos murieron en servicio, a sus más de 70 años, porque no tenían otra opción. Con ellos vemos que a la falta de un buen salario se le suma la pérdida de todos sus años laborados como policías. Una batalla que ya perdieron.

Qué decir de la corrupción de los mandos medios, que obliga a sus subalternos a cometer toda clase de delitos. O de aquellos que ocupan en uniforme para delinquir. Recordemos tan sólo las cuatro denuncias ante el Ministerio Público que se presentaron en una semana de julio contra policías-asaltantes en Poza Rica.

No se trata de decir “pobrecitos policías” o “qué malditos policías”, sino de apuntar al lugar donde están las soluciones, pues la eficacia en el combate a la delincuencia está en la inteligencia, formación y capacitación constante de los cuerpos policíacos y de seguridad privada, aspectos que son responsabilidad de la Secretaría de Seguridad Pública.

Mejorar la calidad de vida y laboral de los elementos, buscando que con ello mejoren su desempeño como servidores públicos, es una obligación de las autoridades de gobierno, que en muchas ocasiones se cuelgan de aquellos elementos que mueren en cumplimiento de su deber y se desviven en lamentaciones, pero mantienen en desamparo a los que aún sobreviven en el servicio.

También es responsabilidad de las autoridades tomar en serio los señalamientos de corrupción y abuso dentro de las policías y cometidos por los policías, para depurar los cuerpos de seguridad. Que la carrera policial se convierta en una verdadera profesión, donde los mejores y con vocación se encuentren dentro, no sólo aquellos a los que la necesidad los obligue a aguantar un trabajo que les asegure el ingreso de mil 600 pesos quincenales, como ocurre en el IPAX, por poner sólo un ejemplo.

La dignificación de los policías no estriba en la imposición del respeto a los cuerpos policiacos que se pretende hacer siempre en los discursos oficiales –esos cargados de frases romances y heroicas-, sino en el respeto mismo que las autoridades tengan hacia sus policías mostrado en los hechos: mejores salarios, mejor equipo, formación, adiestramiento y actualización constante.

Comentarios uniformados dirigirlos a: rodrigovp76@gmail.com

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