lunes, 9 de febrero de 2009

Mariana

Zona de Tolerancia

Por Rodrigo Vidal

Tuve la fortuna de conocer a Mariana Vidal y de trabajar con ella “por la cultura y la niñez de Coatzintla”. Mariana fue fundadora de la Casa de Cultura del municipio de Coatzintla, “antes de que se creara el IVEC” –como ella solía contar con orgullo-, y trabajó en ella durante más de 15 años.

Ante las preguntas insistentes y repetitivas sobre nuestro parentesco, tuvimos que crear –para la sociedad-, una relación de tía-sobrino, aunque no fuéramos parientes. Con eso nos dimos cuenta que a la gente le agrada siempre tener la razón, aunque sea en una mentira, pues aceptaron más el falso hecho de que éramos familiares, que las constantes negaciones a ese supuesto parentesco.

Pero era lo de menos. Mariana Vidal se ganó mi cariño, admiración y respeto, como si fuera de la familia.

Mujer menuda -criticada por muchos por su estrafalaria forma de vestir-, algunos la llamaban loca, y creo que no erraban en el calificativo, pues alguien en su sano juicio jamás emprendería la tarea de llevar la enseñanza de las artes y la cultura a los rincones más alejados de las comunidades de Coatzintla.

Mariana rompió con esquemas centralistas que aún perduran en las instituciones culturales, y de todo tipo. Ella montó los talleres de Casa de Cultura fuera del edificio de la Casa de Cultura.

Destinaba un día a la semana para, no una, sino varias comunidades, que lo mismo recorría a pie, en autobús, de aventón en la batea de una camioneta. Era común verla llegar a media noche a la cabecera municipal, caminando sola en medio de la calle, como si fuera un ánima deambulando. Y nunca se cansaba. Al otro día se encontraba de pie muy temprano en otra comunidad, y a veces, en otro municipio.

Recorrió el Totonacapan buscando artistas locales para que presentaran sus obras en las instalaciones de Casa de Cultura, y terminaba por convencerlos para que fueran maestros en algún taller de pintura, tallado en madera, bordado, música, papel reciclado, entre otros.

Eso hacía diario, todos los días de todo un año, durante más de 15 años, hasta el último día de su vida. Nunca tuvo hijos. Le tocó ver morir a su compañero de vida, con quien discutía constantemente, pues su esposo financiaba parte de esos recorridos de Mariana debido al bajo presupuesto que el IVEC envía a las casas de cultura.

Otra parte de sus aventuras por la cultura eran financiadas por la presidenta del patronato de la institución: Leticia Zaragoza, una mujer con la que tuvo gran amistad. Con ello Mariana Vidal tenía para motivar a niños y jóvenes a tocar un instrumento o trazar con un pincel sobre un lienzo. Ese era su lema de batalla: “por la cultura y la niñez de Coatzintla”.

Constantemente la tengo presente en mis recuerdos, pero esta vez consideré necesario contar un poco de lo que compartí con ella, pues recibí la noticia del director de Cultura de Coatzintla, Marco Antonio Sequera, que se refundará la Casa de Cultura en ese municipio –que desapareció con la muerte de Mariana-, y que el IVEC daba su visto bueno para que llevara por nombre el de Mariana Vidal.

Esa mujer bajita, de cabellos canos, peinados como nido; de voz amable y sonrisa franca, siempre tuvo un trato cálido con todos los que se acercaban a ella, por lo que me alegro que se tome en cuenta su nombre para que lo lleve la Casa de Cultura.

También estoy seguro que si viviera, rechazaría la propuesta y lo cambiaría por dotar de instrumentos a una banda de música infantil o comprar caballetes y pinceles para los talleres de pintura, pues así fue ella en vida. A ti, Mariana, donde estés, gracias.

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