martes, 18 de agosto de 2009

Padres en el clóset

Zona de Tolerancia

Por Rodrigo Vidal


El testimonio de una madre dejó a la mayoría con el nudo en la garganta. La mujer, morena de cabello corto y cano, lentes grandes y una voz firme, compartió con los pocos asistentes a esa reunión, del amor que tuvo a su hijo, quien falleció de fiebre tifoidea, y el orgullo que siempre sintió por él, su hijo gay. Pero este caso puede ser una excepción, ya que la mayoría de los padres “entran al clóset”, cuando sus hijos deciden salir.

Pocos llegaron al taller que ofrecieron integrantes de la Federación Mexicana de Educación Sexual y Sexología, pero estuvieron los que querían estar, y valió la pena. Fue un taller dirigido principalmente a padres de personas gays, lesbianas, bisexuales, travestis, transexuales e intersexuales, pero también a familiares, amigos e interesados en conocer sobre la diversidad sexual del ser humano, para de ahí fomentar el respeto.

La escasa asistencia que hubo en el auditorio municipal no fue consecuencia de la convocatoria que tuvo esta actividad, pues se le dio suficiente difusión para que el mensaje llegara a buen porcentaje de la población. Pero, como explicó en una entrevista la sexóloga Rosy Acuña, para los padres les resulta difícil afrontar el hecho de tener un hijo gay, lesbiana o transexual, por eso, los padres entran al clóset del cual los hijos salen.

¿Y por qué resulta tan difícil eso? Es sencillo de explicar, aunque no de aplicar, pero se debe a los estereotipos sociales. Desde que nacemos, dependiendo en la cultura (país, región, ciudad, barrio, familia) en la que nos formemos, comenzamos a acumular una serie de conceptos que definen la forma de ver la vida. Hablando de identidades sexuales, es común establecer que el rosa define lo femenino y el azul lo masculino, los pantalones a los niños y las faldas a las niñas, porque así nos lo enseñaron.

Cuando algo rompe estos códigos sociales, comienza el conflicto. Sobre todo que los padres determinan siempre (aunque a veces no lo expresen o incluso lo nieguen), lo que desean para sus hijos en el futuro. En cuestión de parejas, todos los padres desean verlos casados, hombre con mujer y mujer con hombre, porque en algún momento, desde siempre, les dijeron que así tenía que ser (sus mismos padres, en la escuela, la religión, la política, influyeron para formar esta idea), pero no conciben a sus hijos o hijas en relaciones hombre con hombre y mujer con mujer.

La educación sexual –la oficial y no-, aplica sólo para la heterosexualidad, y deja fuera una educación en la diversidad sexual, por lo que los hijos repetirán ese mismo patrón que sus padres repiten desde sus abuelos, y cuando uno resulta ser gay, lesbiana, bisexual o transgénero, pare que el mundo se viene abajo. El conflicto inicia en la persona que se descubre distinto a la heterosexualidad, y continúa con la familia.

Luis Perelman, el presidente de la Federación Mexicana de Educación Sexual y Sexología, insistió que será la información el arma para contrarrestar esta situación que lastima a familias enteras que no logran entender que tener un hijo no heterosexual no es la muerte, lo cual es cierto.

Sin información habrá desconocimiento de la diversidad sexual, con desconocimiento las personas gays, lesbianas, bisexuales, transgéneros e intersexuales, serán rechazados por sus padres, entonces entra la homofobia a escena, y sus múltiples manifestaciones, que van desde el insulto hasta el asesinato.

Fueron pocas las madres que asistieron al taller. Ningún sólo padre acudió. Pero eso fue suficiente para que quedara el mensaje de conocimiento y respeto hacia los hijos homosexuales. La mujer que habló, dijo que nunca rechazó a su hijo, quien fue compañero y amigo, pero hubo otra que también se dijo orgullosa de su hijo travesti, sin embargo, ella tuvo que destruir las fotos de su hijo vestido de mujer porque “iba ser un mal ejemplo para los niños”.

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