lunes, 19 de enero de 2009

¡Qué bonita familia!

Zona de Tolerancia

Por Rodrigo Vidal


Ahora que concluyó en el VI Encuentro Nacional de las Familias, y luego de leer las inverosímiles declaraciones de representantes de la Iglesia Católica y conocer su postura sobre las familias no lineales o no tradicionales, quise retomar el tema de la diversidad familiar que existe en México, y que muchas instituciones se niegan a reconocer, es más, se oponen a ellas y las excluyen.

A finales de diciembre, cuando exponía el caso de Alondra, una mujer transexual de Guadalajara a la que le quitaron la custodia de una niña que crió como su hija, les daba a conocer que en México, hace muchos años que la familia comenzó a diversificarse.

Lo que conocemos como familia nuclear, “natural” o tradicional, dominada por una figura paterna, sufrió una transformación y dio paso a otros esquemas familiares, que incluyen aquellas familias integradas por personas del mismo sexo, familias monoparentales; por parejas sin hijos; por una sola persona o unipersonales; por reagrupamientos familiares con los hijos de parejas anteriores; por personas sin parentesco alguno que deciden compartir sus vidas de forma perdurable o co-residentes (aquí el INEGI establece que representan el 10 por ciento de las familias en México); y las familias y hogares formados por parejas del mismo sexo o personas cuya orientación no es heterosexual.

En el Conteo de Población y Vivienda de 2005, el 58 por ciento de los hogares en México responde al esquema de familia nuclear. La quinta parte continúa conformada por familias extensas donde conviven varias generaciones y parientes diversos.

Estos cambios en las formas de crear nuevas familias, no pueden ser controlados mediante la imposición de esquemas tradicionales. Sencillamente las personas se reagruparon para convivir como familia, en formas muy diversas y que en varios casos arrojan resultados mejores que las familias tradicionales.

Pero aquí es donde hay que tener cuidado. Ninguna de ellas debe ser considerada superior al resto. Los seres humanos somos tan distintos, que es difícil establecer parámetros precisos y uniformados de su comportamiento en sociedad. La manera de relacionarse es tan diversa como personas hay en el mundo.

También resulta evidente que las instituciones siempre quedan rebasadas por la movilidad social. Los gobiernos quieren legislar sobre fenómenos ya existentes 10, 20, 30 o 40 años atrás, pero no reconocidos porque, en el caso de la familia, siempre se implantó una “familia oficial” por años.

El problema que vemos ahora, es el rechazo institucional por un lado, a reconocer la existencia de la diversidad familiar en México, pero por el otro, la búsqueda del reconocimiento de estas personas que quisieron hacer una familia a modo. Por lo regular este último caso ocurre bajo la presión de las personas que se han movilizado para el reconocimiento de sus derechos.

Soy un convencido de que las familias son la base de toda sociedad. La institución social más importante. La formadora primaria de los seres humanos. Nadie puede sobrevivir fuera de una familia, entendiendo ésta como una organización social que da protección y formación. Todos pertenecemos a una familia, muy distinta a la que pertenecen otros y otros más.

El respeto y la protección a estas formas de organización familiar en México deben contribuir, desde luego, a generar mejores ciudadanos. Las instituciones políticas y religiosas no pueden ir en contra de la corriente social, que ya tomó una determinación y que decidió romper con el esquema de la familia natural o tradicional.

Si esta forma de organizarse está dando resultados, pues entonces es obligación de las instituciones protegerla y no atacarla.

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